

Una de las razones por la que puse en órbita este blog, es por mi intenso amor al patrimonio arquitectónico (o lo que queda de él) de mi país. A través de estas páginas quiero contribuir a su preservación. Los ciudadanos pueden no darse cuenta pero el patrimonio es parte de nuestra memoria colectiva, de nuestras raíces, de nuestras historias familiares, de nosotros mismos. Cada vez que una casa se demuele, se demuele la historia viva de sus habitantes y de su barrio, es como una cicatriz en nuestra cara. El genocidio humano que tanto se ha denunciado en el pasado (entendido éste como cualquier acto perpetrado con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional), se aplica perfectamente al genocidio arquitectónico. ¿No fue acaso lo que sucedió en un barrio como Pocitos que fue arrasado casi en su totalidad y en sus escombros se construyó otro nuevo? La única solución es la denuncia y yo lo voy a hacer desde acá, no con el fin de volver al pasado porque lo hecho hecho está (como decía Lady Macbeth: what is done cannot be undone) sino con el fin de crear conciencia para que no se siga en este delirio de destruir todo lo que queda. Volveremos sobre el tema pero para pensar les dejo dos fotos de Pocitos: las imángenes hablan por si solas.
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